martes, 14 de julio de 2009

bab-ilú

Una revolución de pasiones sin etiqueta. ¿Qué pasa cuando existe el sentimiento pero la via de expresión nunca se llega a descubrir? Se siente esa bola de fuego en la garganta, como un barrilete jovial, de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo; lo mismo da, la sutileza de los vaivenes es ínfima, el cimbronazo es manso. Aunque la bola quema y quema, arde boraz. Corroe la garganta. Corroe las acciones y corroe la cabeza. Y tara ta tara ta tara tatara tara ta. Basta Louis, basta. Yo no soy vos. Tengo tus notas, pero este cuerpo blanco sólo sabe acumular lejajos de oficina. Y ahora no te lamentes, siempre lo supiste: en mi vida, compases se suicidan contra páginas impreganadas de olor rancio a burocrácia. Basta ya. No quiero escharte ronronear tus obras ausentes de partitura. No me uses. Acaso, ¿por qué tengo que vivir yo tu vida muerta? Y hasta a veces...lo único que me importa en es destrozar mi mente y ya. No puedo escuchar más preguntas ni respuestas, no lo toleraría. Basta, ¡estoy enloqueciendo! Evidentemente, la pasión acompañada de las formas da libertad, y es la pasión no moldeada aquello capaz de esbozar el más ruin calabozo. Mi sangre grita, pero no entiendo su idioma.

A fin de cuentas, Babel no fue sólo una ciudad.

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