viernes, 27 de febrero de 2009

Talk-show

Nos desnudamos e hicimos el amor con palabras.

sábado, 21 de febrero de 2009

Espejos

Todos quisieramos ser ella
y ella quisiera ser yo.

La miro, la alabo
la deseo.

Me mira, me alaba
me desea.

y solo cuando seamos una
dejaremos de anhelar
lo que desde siempre hemos tenido.

(I call your name in the dark
I must find you, I need to.

Tighting my eyes
I round your waist.

then,
I can feel the shaking hand
that strokes my skin)

jueves, 19 de febrero de 2009

Invocaciones

Insiste en tu abrazo,
redobla tu furia,
crea un espacio de injurias
entre yo y el espejo,
crea un canto de leprosa
entre yo y la que me creo.



La última inocencia

Partir
en cuerpo y alma
partir.

Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.

He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más fila para morir.

He de partir.

Pero arremete ¡viajera!



Poema 35

Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida,
déjate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, de
piedras verdes en la casa de la noche, déjate
caer y doler, mi vida.



Signos

Todo hace el amor con el silencio.
Me habían prometido un silencio como un fuego, una casa de silencio.
De pronto el templo es un circo y la luz un tambor.



Alejandra Pizarnik

miércoles, 18 de febrero de 2009

Efecto dominó

Acercate. Vení, vení.
Cuando estás cerca mío
siento en el estómago
miles de estrellas explotar
al unísono.

Subyace

Como una bola de fuego
mi pecho quema.
Y como mil manos ahogan mi boca,
mil años tapan la historia.

Un pensamiento lucha por salir.
No tiene forma ni contenido,
existe
así como mi respiración empaña los vidrios,
existe
así como los alfiles son reinas y también son peones.

Se obstruyen mis venas.
corrupción en un mundo de esperanza
esperanza en una ciudad de espectros
y espectros en una existencia de olvido.

Son lucinaciones absurdas que
solo esconden verdades que mienten
que enaltecen demonios que matan
que no muestran personas que mueren.

Perenne

Las manos. Te toco las manos
deslizando mis dedos,
escribo canciones entre
tus nudillos.

Dibujo miles de rostros:
lenguas que salen de las arruguitas
de tu palma
y ojos de araña de uñas que de saberte
a la perfección
me ayudan a trazar las simetrías de tu belleza.

Invento millones de caras
que son nuestras caras.
Los rasgos de dos viejos eternos
que con el paso del tiempo
han aprendido a mirar la luna
como se mira un Mondrián recién pintado

Nosotros

No podía mirarte a los ojos. Era imposible que mis pupilas hicieran foco en aquellas lunas redondas de color canela; como a dos polos opuestos, una fuerza indefinida nos obligaba a desviar la mirada. Sabía que te quería, pero la concepción de sucesiones causales y acertadas que nos unía –llámese milagro- no había ocurrido sincronizadamente. Vos tomaste la delantera, yo solo te seguí. El dilema versaba sobre el momento inicial en que la cápsula del enamoramiento había explotado en cada uno de nosotros; nos amábamos, sí, aunque, lucíamos como un par de bailarines desplegando su gracia a ritmos diferentes, donde recíprocamente alternaban sus rutinas, pero jamás lograban la armonía que ellos bien merecían.
Así pasaron los días. Yo, acechando la maquinaria que, esclava de mi muñeca, se encontraba sumida a la noble tarea de acelerar el tiempo que la distancia exageraba, y vos, en pugna por encontrar una nueva receta para olvidarme. Semanas y meses transcurrieron, el tiempo continuó componiendo su famosa melodía; los árboles se desnudaban, para que luego las tímidas florcillas con sus juveniles figuras se deslizaran por sus experimentadas ramas. El cuadro primaveral, como pintado a nuestro pedido, reflejaba una adversaria mirada a la realidad que verdaderamente nos acontecía. En ciertas ocasiones me era imposible afirmar el alcance de tus sentimientos hacia mí, y habiendo perdido la batalla contra la tan preciada soledad, decidiste que yo no fuera tu ella, mas que otra si lo fuera.
Abrumada por el aire del desencuentro, no hice más que imitar tu manera de proceder, dejé que me enseñaras el arte de no mirarme a los ojos, de no acariciar mis manos ni besar mis labios, dejé que me enseñaras aquel arte de aprender amar a un desconocido. Cada uno había elegido un sendero diferente, solo nos conformábamos con apreciar a nuestros nuevos pares, extraños que no eran ni yo-para-vos, ni vos-para-mi. No obstante, sí permitíamos que ellos invirtieran su tiempo en cada uno, y así, como forzando una mueca de gratitud, cínicamente les devolvíamos el gentil gesto. Aunque no existía esa atracción que ambos conocíamos a la perfección, esa dupla de palabra, esa reciprocidad plasmada en entendimiento. Nos encontrábamos estaqueados a dos entes que nos permitían existir, pero jamás vivir, pues ese sentimiento únicamente se correspondía a nosotros, y solo mediante el lenguaje de la fusión podríamos alcanzarlo.

Dominion

Quiero
correr sin mover mi cuerpo,
contar sin usar palabras,
salir sin cruzar las puertas.

Pero, los puentes son necesarios
y Budapest reclama mi nombre.
Son mi venas que se desangran
en cada letra ellas se desangran
y Budapest reclama mi nombre.

Tengo temor de borrar mis huellas,
de anclarme entre mis zapatos.

No quiero ser la lejana
no quiero perderme en ella.

Teoría de la relatividad

Cuando me levanto y miro al espero, nos veo. Cuando nos veo, te veo. Y cuando te veo me veo. Mire a donde mire, siempre te estoy mirando.

Madre

Me atas a tu esquela
y encadenas las muñecas.

No soy más que tu sombra
arrepentida.

Mutilada. Una lágrima de sangre
se derrama
formando océanos de días
corrompidos.

Momentaneous thoughts (zigzaged)

Tengo que dejar de pensar. Con la presente afirmación (histriónica en sí) me refiero a que tengo que dejar de rumiar pensamientos, darlos vuelta, desenroscarlos y sacudirlos. Esta maquinaria racional que fue mi compañera de vigilias y que a lo largo de mi existencia me ha dado tantos frutos, en este momento se convierte en mi peor enemiga.

Despierta

Te miro. Te busco,
centro mis ojos en los tuyos.
La energía fluye, canta.
Cantamos.

Como pájaros en pleno vuelo
nos acercamos
y sentimos.

Estás cerca mío
mis cabellos se erizan
y la maquinaria de mi pecho cruje,
recuerda.

Desplegamos un lenguaje ancestral.
Mi mente muda, atada
ciegase niega. No entiende.
Pero el pecho resuena
estalla
brama la redención de las heridas.
La mente fría, inmóvil, rechaza
y el pecho arde. El pecho quema.
Pide a gritos. Se desgarra.
La mente duerme
hasta que el fuego la incinere
en una afable canción de verano
y en la caricia que la desvele.

Palabras (o no)

Prostitutas de un burdel con cerrojo;
ellas no se dejan tocar.

Uno las conoce (las admira)
sabe donde encontrarlas
las seduce,
pero la conquista se torna absurda:
disfrutan de su alabanza.

Abundan en la escasez de sentido,
Huyen de la abundancia de ideas;
algunas se ondean triunfantes
otras se esconden
se tapan, se arropan
se invierten o callan
(tal vez mueren).

Yo las quiero cruzar entre sí
disponerlas en eslabones de elocuencia;
las mastico, muerdo y desgarro,
las obligo,
pero nunca abandonan mi boca.

Se atan a mi lengua y adhieren a mi mente,
se disfrazan
de signos
símbolos, o líneas,
pero nunca de palabras.

Y me amordazan;
son ellas, las tan veneradas,
quienes me confinan al calvario de lo inefable.

L'étranger

Te observo
y desnudo con la mirada.

Te huelo
y tus fragancias emborrachan mis sentidos.

te toco
y mis manos exploran tu piel entre las ropas.

Proclamo parte de mi propiedad
tu esbelta figura.
Me apodero,
y frenéticamente te acaricio
tomando el mando
en ese juego de vaivén sexual.

Ceremonia impura,
solo mis reglas toman fuerza;
dualidad etérea,
son solo mis gemidos
los que resuenan.

Puedo sentirte,
observarte, olerte, tocarte,
amarrarte a mis movimientos,
fingir que me perteneces.

(Aunque nunca serás mía)

Es imposible ejercer poder,
cuando uno mismo no se posee.

Momentaneous thoughts (uncertainty)

Caminaba por una solitaria acera de la calle Baltimore, en las afueras de Londres. La Dama blanca, espejada en las ventanas guillotina de las pequeñas casas que una detrás de la otra se amontonaban, era la única reminiscencia de luminosidad que tímidamente alumbrabra el camino. Era una noche tibia; una de esas en que uno anhela pasear del brazo de la mujer amada, cederle cordialmente el abrigo sobre los hombros, o simplemente, mirarla fijamente a los ojos y sentir una sensación recíproca de pasión manifestada por un leve cosquilleo en la nuca.
Aunque, esa noche nada de aquello sucedería, no existía tal mujer amada a la cual cederle cordialmente un abrigo o, simplemente, mirarla fijo a los ojos. Por el contrario, el camino se encontraba desierto, salvo por el lejano maullar de algunos gatos que no bajaban de sus tejados. Agacho mi cabeza, con un movimiento ligeramente frenético revuelvo mi cabellera; se siente un sentimiento extraño: la infelicidad ha retornado. ¿Que necesita el hombre para olvidar? Acaso ¿Serán píldoras, jarabes, drogas, elíxires, anfetaminas, licores, sangrías? ¿La muerte? No, la muerte no. La muerte, no. Es imposible saltar tantos peldaños, además, no me animo; pura cobardía y valentía en un cocktail etiquetado: destino.

Numeral

Cien vidas de besos. Y mil noches de vos.

Dual

Una voz (un canto) grita
por salir,
un amor (un infierno) se desgarra
por cesar.

Con la mente en vela
te bosquejo,
sumiéndome en el anhelo
y entregándolo todo.

Con las venas sangrando
hacia el interior,
te acaricio.
No te siento, no me agrada.

Ante la disyuntiva,
los pensamientos se vuelven cenizas.

Me resisto (pero)

Te presto mi corazón
para que lo guardes en una cajita.

[Y tengo tanto miedo, tanto;
y es de noche, y ruidos y llantos,
miedos inocentes, profanos
barrotes, paredes. La distancia
y tanto te quiero.]


Me resisto, pero.

Narciso

Rasgo tu ropa
poco a poco te arranco
todo rastro de inocencia.

Estás desnuda;
yo te miro.

No me basta con observarte
tocarte,
ni sentir tu pecho latir.

Necesito poseerte,
hacerte solo mía.

Quiero que mires
a través de mis ojos.
Quiero que sientas
mediante mi piel.

Anhelo que simplemente me ames
si mi corazón lo permite.

Y como nunca dejaré de amarme,
sé que siempre
beberás de mi compañía.

Yo

A veces me olvido de donde dejo mi propia cabeza. Me cuesta mucho mantener mis cosas ordenadas, aunque, al menos, lo intento con todas mis ansias. Me molestan las poleras y también las etiquetas de la ropa. Me encanta ver llover y, cada vez que puedo, saco la mano para que las gotitas se posen sobre mis dedos; no puedo dejar pasar esos pequeños instantes de pura felicidad. Soy capaz de pasar horas mirando películas y, a menudo, soy un blanco fácil para aquellas que son románticas; siempre dejo escapar alguna que otra lágrima. No me gustan los chocolates, me cuesta despertarme por la mañana y ya no me es difícil expresar mis sentimientos. Soy de esas personas que no pueden ser rotuladas como “serias”, “alegres”, o “cariñosas”. En mi vida pocas veces existen los patrones, sino que suelo dejarme llevar por el momento particular. Eso sí, según muchos, me caracterizo por mi peculiar sentido del humor. Duermo poco, creo en la amistad verdadera y no me interesan los artículos suntuarios de hoy en día. Nunca me compré un mp3, en verano uso pulóveres y en invierno, musculosas; sí, tal vez tenga un problema térmico. Creo en el amor para siempre y me gustan las cerezas. Escribo en mis ratos libres, aunque la mayoría de mis escritos sólo son leídos por mí. Me sofoca la rutina y cuando carezco de ella me siento perdida. Soy desorientada en cuando a las ubicaciones geográficas, me puedo llegar a perder hasta en mi propio barrio. Soy olvidadiza en cuanto a mis quehaceres, pero tengo una memoria de elefante para las fechas históricas y los rostros. Suelo ser sincera, a veces, en exceso. Suelo ser soñadora, a veces, en exceso. Suelo ser escéptica, a veces, en exceso. Soy vueltera, siempre. Cabeza dura, casi siempre. No soporto la traición ni la falsedad y, en verano, me gusta comer frutillas a la sombra, acompañada de una buena charla de una aún mejor compañía.

Momentaneous thoughts (frustration)

Me encontraba sentado en el balcón de la pensión, Cochabamba al mil trescientos. Miraba a la gente caminar, algunos enamorados se tomaban de las manos y otros siquiera se miraban los rostros. Sé que sería apropiado que comenzara por introducirme, aunque mi nombre no es relevante en esta historia, y para serles sinceros, a penas sé cual es la importancia de la misma. Mi vida la había dedicado al estudio de las leyes. Tal vez en este momento no encuentre un motivo que describa el por qué de mi elección, sin embargo, solo puedo decir que me vi envuelto, como quien no quiere la cosa, en un ovillo de lana en donde existe una única posibilidad de librarse de la madeja; desarmándola. Debo admitirlo, el destino pesó demasiado sobre mis hombros; me ganaron las pesadas cadenas amarradas a mis tobillos. Una acción lleva a la otra, y cuando noté el realismo de esa siniestra sucesión, ya estaba inmerso en esta vida. El té con anís de todas las mañanas, las insinuaciones de mi colega en la oficina, el olor a naftalina en el placard; los mismos días repetidos una y otra vez. A veces me pregunto si yo realmente no estaba hecho para esta vida o si esta vida me hizo para no estarlo.

Te miro y sonrío

Te miro y sonrío. Miro tus manos; miro tu rostro, en especial tus labios. Sé que gozamos de un largo camino por recorrer, aunque hace poco más de algunos meses que realmente te conozco. No encuentro una explicación para semejante atracción, me permito ser dogmática. Hablas de la filosofía que tanto amamos; yo simplemente, te miro y sonrío. Solo oigo el flujo de tus palabras, mas no logro descifrarlas. Tus labios parecen más interesantes que los mensajes que ellos mismos emanan. Ya no puedo disimular el no escuchar. Con la esperanza de no decepcionarte, rozo furtivamente tu mano e intento no distraerme con tu boca. Beauvoir y Sartre, ellos sí que entendían de qué trata nuestro mundo, te oí balbucear. Sin embargo, no me interesaban aquellos individuos, tan célebres pero infinitamente lejanos.
Me es imposible precisar el momento en que mis sentimientos comenzaron a fluir, aunque, sí podría describir con certeza la forma en que se apoderaron de mí. En un principio, solo sentí una atracción menor; nada fuera de lo habitual; luego la distancia alimentaba furtivamente mi alma sin que yo misma lo notara. Aquella atracción tan polifacética hacia todo tu ser se acumulaba en mis entrañas, como un libro recién leído, hasta que un día me invadió por completo. Se hizo dueña de mi carne y de mis emociones; impedirme desearte se traduciría en el peor de mis pecados, en la más cruel negación de mi existencia. Te miro y sonrío.
Te detienes bruscamente, tus palabras cesan. Me miras apelando a tu más idónea expresión de incertidumbre. ¿Qué es lo que pienso? Con despreocupación respondo que simplemente no puedo quitar de mi mente asuntos que no están relacionados con la filosofía de la que tu platicas (lo cual es meramente cierto), pero no me atreví a confesarte que tal asunto eras tú. Lanzas un gesto de cólera. Continúo mirándote, y sonrío; sin embargo, nuestros gestos no son correspondidos. Das un último sorbo a tu copa de aguardiente y atinas a coger tu abrigo. Mi sonrisa permanece inmóvil, impotente de relegar a mis labios la urgente labor de detenerte. Miras tu reloj, aquel verdugo que yace acérrimo sobre tu muñeca, y dices que algún otro día continuaremos nuestra charla. Intento tocar tu mano, tú ya te encuentras de pié. Me lanzas una mirada comprensiva, sin embargo sigues guardando tus libros. Siento que mis labios están muertos, no consigo oponerme; jamás me perdonaría si te dejara ir. Ya te has despedido con un gesto y al momento en que te aproximas a la muchedumbre, grito tu nombre en un gemido. Me pongo de pie, aún puedo diferenciarte con la mirada. Nuevamente, bramo tu nombre con todas mis fuerzas, sé que te perderé si no logro alcanzarte. Estoy dispuesta a seguirte si es necesario. Sin embargo, te pierdes en la multitud, ya eres uno de ellos.

Así habló un ser humano

A lo largo de mi existencia, me lo he cuestionado en un centenar de ocasiones. Son aquellas inconclusas proposiciones las que en pena, deambulan noctámbulas por mi mente en búsqueda de respuestas. Pues, ¿qué es lo que, realmente, somos los seres humanos? Mas si polvo somos, y al polvo volveremos; entonces, ¿Qué significan nuestros sentimientos, y luego, qué es lo que verdaderamente significan nuestras penas? ¿Es que acaso a alguien le interesan?; ¿Existirá algún ser que las comparta, las sufra y las resista como nosotros mismos las hemos de compartir, sufrir y resistir?
En caso de que la respuesta niegue rasgo alguno de positividad, será necesario cuestionarnos ¿Quién nos ha vuelto esclavos de un Dios de cuentos? Aquel ser que jamás se ha refugiado en nuestras retinas, cuya mano paternal solo es posible imaginar entre sueños. Pues, aquel sueño, llamado Dios, que nos fuerza a rogar de rodillas; aquel sueño que nos subyuga bajo el manto de la inferioridad y la dominación, mas nos obliga a vivir en un valle de lágrimas cuya única salvación radica en el rezo hacia su nombre.
Tormentos y más tormentos que desembocan en una vida espectral de remordimientos y contriciones. Un Paraíso, un purgatorio y nueve, los círculos del Infierno. Pareciera, nuestro Dios, empeñado en castigar al impío, castigar al hereje, castigar al traidor, al heterodoxo, al autónomo, y a todos aquellos que se atrevan, al menos, a cuestionar su perfección, total absolutismo, y omnipresencia (aunque jamás lo hayamos observado siquiera). Es así que, somos solo los seres humanos los que padecemos una realidad cosechada sobre la base de compunciones y anhelos de redención. Negación de las propias pasiones, ¿será aquella la llave de los jardines del Edén?. Pero si en aquel lugar, que tal ancestral código describe, no podremos dejarnos ahogar en un mar de subjetividad, mas de puro existencialismo, ¿Cuándo podremos, entonces, hacerlo? ¿Luego del Paraíso, tal vez? Asimismo, ¿será, realmente, un ciclo que para los mortales jamás acaba? ¿Cuándo llegará el momento propicio para ser, mas no, para deber ser?
Si tan solo nos animáramos a jugar al Zarathustra, fantaseando con nuevas tablas; si tan solo, reuniéramos la valentía suficiente para quitar el yugo de nuestras almas, amando sin inhibiciones; pues, si tan solo, nos dejáramos guiar por nuestros deseos más internos y sinceros; luego, será solo aquel el momento en que podremos mirarnos a los ojos y alcanzar el Paraíso.

Nula correspondencia

Te amo, y es una pena
que no lo sepas,
condena es no poder
repetirlo cansinamente
hasta que mis párpados
quemen de cansancio.

No quiero que otro nombre
resuene en mi cabeza,
solo el tuyo
en mis pensamientos
se desliza,
los hace florecer,
mas flaquear de dolor.

Un sufrimiento incomparable,
inmesurable
que se cuela en mis entrañas
las confina y envenena
al eterno calvario
a la incesante incertidumbre
de no saber ni quien aquí escribe.

Te daría mi vida
por solo una mirada
te daría mi cuerpo,
por sentir tus labios rozar
los míos.
Pero ya no lo soporto
necesito confesarlo,
se me desgarra la piel
al no saberte
se me desgarra el alma
al no tenerte.

Momentaneous thoughts (indignation)

Deseos arraigados de desplazar los dilemas de la masa a un plano alejado. No anhelo esa devoción social ni, mucho menos, esa solidaridad todo oídos. Aceptación es el primer paso. Viví ficciones por lapsos indeterminados, ahora te veo, y lloro. Lloro por tristeza. Lloro por piedad. Te dejo, te hago artífice de tu horrible y nefasto superficialismo que bastante he de tener yo con el cálculo de superficies. Te dejo con ese fingido y vulgar ser tan tuyo, actual y desconocido para mi; pero tan tuyo. ¿Quién te ha traslocado de tal forma? ¿La masa, yo; quién? Si fui culpable no tengo perdón. Sería el peor delito de mis tiempos. Suplico una respuesta. ¿Alienación o florecimiento? Burgo, mediocre, banal. ¿Por Dios, quién te confinó? Vos y solo vos. Yo te esculpí un David, preferiste un Golem desvanecido.

El propio ser

No hay más que socavar
el trasfondo
de toda relación
para entender
y aceptar
el momento de su desintegración.

Por más triste e inentendible
inadmisible
que pueda ser,
acaba.
Sin necesidad de reciprocidad
o explicación,
acaba.

Finalmente,
aquello perenne,
vivo, duradero,
perpetuo,
no es más que una página
que solo comenzaba a impregnarse
de momentos puros
y etéreos
mas de frágil felicidad.

Felicidad resquebrajada sin motivo alguno
que no sobrevive
ante la más débil disyuntiva de palabra
ante la más sana exaltación del ser.

Involución ante lo uniforme,
escapar;
huir de la conciente deformación de la propia esencia,
de la alienación del yo.

Él

Si llegase a escribir sobre él
sabrá por fin que lo amo,
tomará voz de mi cariño
cuando estas apresuradas palabras
nazcan y mueran en sus labios.

Labios, los que peno por besar,
hacer de mi pertenencia,
volver meramente míos.
Robaré su cuerpo de este mundo
para que juntos seamos uno,
y no sea más que el ocaso
quien nos torne indivisibles.

Visibles a la luz de la pasión,
nos consagramos amantes furtivos,
ocultos tras una vida desnuda
de temores y prejuicios;
en la que nuestras solitarias almas
esbocen nuestros nombres
en un etéreo Edén de esperanzas.

Haz de amarme, pues, con ímpetu de
caballero, no obstante, anhélame,
suspírame, cuán cernícalo Polifemo.
Mas debo callar, estas no han sido
otras que efímeras y difuntas palabras,
que al haberse extinto en tus labios
su encomienda ya habrán cumplido.

Liturgia eterna

Lo inhumano del presente tema se remite a la repetición cíclica de los sucesos inherentes al eterno retorno de la llamada sucesión vital, la cual no solo será ritual sino que, además, virtual. No ahonda más que en la metafísica subyacente al por qué del calvario repetitivo de vernos los seres humanos condenados en este espacio-tiempo eterno que comienza y termina, comienza y termina infinitamente. Razón probable será el sentirnos esclavos de una ruleta que no podemos controlar, cuyo frenar escapa a nuestras manos; por tanto, ¿Qué Dios detrás de un Dios la trama empieza? Sufrimos y morimos al ver que en realidad pasamos una vida imaginando un croupier que nunca existió. Aquello que solo en lo más remoto de nuestra memoria creamos como un mero símbolo de esperanza, cuyo fin es combatir esta funesta existencia que se vanagloria apelando al inevitable tormento suscitado por nuestros temores más recónditos. Solo las vibraciones de nuestra memoria son testigo de las alucinaciones que nos persiguen, que nos fuerzan a desembocar en vigilias causadas por aquellas litúrgicas ofuscaciones del más interno y furtivo ser. Una delicada y deleznable voz nos susurra entre sueños, imposibilita el dormir. El fin del ciclo ha llegado. Un fénix sacrificado en cenizas renacerá, en cenizas renaceremos. Corpóreamente, familiar; mas su alma, la de un simple desconocido. No se resiste el dolor, nuestros párpados queman; se siente una punzante tensión orbital, como si los ojos quisieran huir por no ser testigos. Los susurros se hacen más y más enérgicos. Inesperadamente, como mero huésped de los huesos, la propia carne se familiariza con tales palabras, como si fuesen emanadas desde dentro de nuestra mente y relataran una historia alguna vez ya escuchada sobre tal o cual reiterativa liturgia, sobre cierto repetitivo calvario, o tal vez, sobre lo inhumano del presente tema.
No escribas nuestro cuadro
solo con pinturas.
No pintes la poesía
solo con palabras.
Te quiero. Te creo.
Pero no me lastimes
no creo poder soportarlo.

¿Qué describas un cielo turbio
como un lienzo de mil estrellas?
¿Qué te pierdas en mi mirada
y me arrastres al silencio?

¿Qué no me tomes de la mano,
ni me digas que me quieres?
¿Qué te sonrojes y tiembles,
alejando nuestros cuerpos?

Pues, ¿De eso se trata?
No.
Desviarte de la verdad
negociando la integridad
sería lo imperdonable.

Solamente de tal manera
me sentiría yo ultrajada:
Observando cómo tú mismo
te traicionas.