miércoles, 18 de febrero de 2009

El propio ser

No hay más que socavar
el trasfondo
de toda relación
para entender
y aceptar
el momento de su desintegración.

Por más triste e inentendible
inadmisible
que pueda ser,
acaba.
Sin necesidad de reciprocidad
o explicación,
acaba.

Finalmente,
aquello perenne,
vivo, duradero,
perpetuo,
no es más que una página
que solo comenzaba a impregnarse
de momentos puros
y etéreos
mas de frágil felicidad.

Felicidad resquebrajada sin motivo alguno
que no sobrevive
ante la más débil disyuntiva de palabra
ante la más sana exaltación del ser.

Involución ante lo uniforme,
escapar;
huir de la conciente deformación de la propia esencia,
de la alienación del yo.

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