miércoles, 18 de febrero de 2009

Así habló un ser humano

A lo largo de mi existencia, me lo he cuestionado en un centenar de ocasiones. Son aquellas inconclusas proposiciones las que en pena, deambulan noctámbulas por mi mente en búsqueda de respuestas. Pues, ¿qué es lo que, realmente, somos los seres humanos? Mas si polvo somos, y al polvo volveremos; entonces, ¿Qué significan nuestros sentimientos, y luego, qué es lo que verdaderamente significan nuestras penas? ¿Es que acaso a alguien le interesan?; ¿Existirá algún ser que las comparta, las sufra y las resista como nosotros mismos las hemos de compartir, sufrir y resistir?
En caso de que la respuesta niegue rasgo alguno de positividad, será necesario cuestionarnos ¿Quién nos ha vuelto esclavos de un Dios de cuentos? Aquel ser que jamás se ha refugiado en nuestras retinas, cuya mano paternal solo es posible imaginar entre sueños. Pues, aquel sueño, llamado Dios, que nos fuerza a rogar de rodillas; aquel sueño que nos subyuga bajo el manto de la inferioridad y la dominación, mas nos obliga a vivir en un valle de lágrimas cuya única salvación radica en el rezo hacia su nombre.
Tormentos y más tormentos que desembocan en una vida espectral de remordimientos y contriciones. Un Paraíso, un purgatorio y nueve, los círculos del Infierno. Pareciera, nuestro Dios, empeñado en castigar al impío, castigar al hereje, castigar al traidor, al heterodoxo, al autónomo, y a todos aquellos que se atrevan, al menos, a cuestionar su perfección, total absolutismo, y omnipresencia (aunque jamás lo hayamos observado siquiera). Es así que, somos solo los seres humanos los que padecemos una realidad cosechada sobre la base de compunciones y anhelos de redención. Negación de las propias pasiones, ¿será aquella la llave de los jardines del Edén?. Pero si en aquel lugar, que tal ancestral código describe, no podremos dejarnos ahogar en un mar de subjetividad, mas de puro existencialismo, ¿Cuándo podremos, entonces, hacerlo? ¿Luego del Paraíso, tal vez? Asimismo, ¿será, realmente, un ciclo que para los mortales jamás acaba? ¿Cuándo llegará el momento propicio para ser, mas no, para deber ser?
Si tan solo nos animáramos a jugar al Zarathustra, fantaseando con nuevas tablas; si tan solo, reuniéramos la valentía suficiente para quitar el yugo de nuestras almas, amando sin inhibiciones; pues, si tan solo, nos dejáramos guiar por nuestros deseos más internos y sinceros; luego, será solo aquel el momento en que podremos mirarnos a los ojos y alcanzar el Paraíso.

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