miércoles, 18 de febrero de 2009

Momentaneous thoughts (uncertainty)

Caminaba por una solitaria acera de la calle Baltimore, en las afueras de Londres. La Dama blanca, espejada en las ventanas guillotina de las pequeñas casas que una detrás de la otra se amontonaban, era la única reminiscencia de luminosidad que tímidamente alumbrabra el camino. Era una noche tibia; una de esas en que uno anhela pasear del brazo de la mujer amada, cederle cordialmente el abrigo sobre los hombros, o simplemente, mirarla fijamente a los ojos y sentir una sensación recíproca de pasión manifestada por un leve cosquilleo en la nuca.
Aunque, esa noche nada de aquello sucedería, no existía tal mujer amada a la cual cederle cordialmente un abrigo o, simplemente, mirarla fijo a los ojos. Por el contrario, el camino se encontraba desierto, salvo por el lejano maullar de algunos gatos que no bajaban de sus tejados. Agacho mi cabeza, con un movimiento ligeramente frenético revuelvo mi cabellera; se siente un sentimiento extraño: la infelicidad ha retornado. ¿Que necesita el hombre para olvidar? Acaso ¿Serán píldoras, jarabes, drogas, elíxires, anfetaminas, licores, sangrías? ¿La muerte? No, la muerte no. La muerte, no. Es imposible saltar tantos peldaños, además, no me animo; pura cobardía y valentía en un cocktail etiquetado: destino.

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