miércoles, 18 de febrero de 2009

Yo

A veces me olvido de donde dejo mi propia cabeza. Me cuesta mucho mantener mis cosas ordenadas, aunque, al menos, lo intento con todas mis ansias. Me molestan las poleras y también las etiquetas de la ropa. Me encanta ver llover y, cada vez que puedo, saco la mano para que las gotitas se posen sobre mis dedos; no puedo dejar pasar esos pequeños instantes de pura felicidad. Soy capaz de pasar horas mirando películas y, a menudo, soy un blanco fácil para aquellas que son románticas; siempre dejo escapar alguna que otra lágrima. No me gustan los chocolates, me cuesta despertarme por la mañana y ya no me es difícil expresar mis sentimientos. Soy de esas personas que no pueden ser rotuladas como “serias”, “alegres”, o “cariñosas”. En mi vida pocas veces existen los patrones, sino que suelo dejarme llevar por el momento particular. Eso sí, según muchos, me caracterizo por mi peculiar sentido del humor. Duermo poco, creo en la amistad verdadera y no me interesan los artículos suntuarios de hoy en día. Nunca me compré un mp3, en verano uso pulóveres y en invierno, musculosas; sí, tal vez tenga un problema térmico. Creo en el amor para siempre y me gustan las cerezas. Escribo en mis ratos libres, aunque la mayoría de mis escritos sólo son leídos por mí. Me sofoca la rutina y cuando carezco de ella me siento perdida. Soy desorientada en cuando a las ubicaciones geográficas, me puedo llegar a perder hasta en mi propio barrio. Soy olvidadiza en cuanto a mis quehaceres, pero tengo una memoria de elefante para las fechas históricas y los rostros. Suelo ser sincera, a veces, en exceso. Suelo ser soñadora, a veces, en exceso. Suelo ser escéptica, a veces, en exceso. Soy vueltera, siempre. Cabeza dura, casi siempre. No soporto la traición ni la falsedad y, en verano, me gusta comer frutillas a la sombra, acompañada de una buena charla de una aún mejor compañía.

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