domingo, 11 de diciembre de 2011

El descanso es limbo, válvula de escape; es el paréntesis necesario que nos convierte en tangente y en infinito. Allí perdemos el nombre, la billetera y el cronograma. Nos convertimos en cuerpos sin chapa para luego despertar, renombrarnos, palpar los diez pesos con cincuenta en el bolsillo y llegar a tiempo a la reunión de las nueve.

Despertarse es recordar que la vida nos pincha en la espalda. El descanso es la piedad de los que, obligados, luchamos por permanecer despiertos.

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